viernes, 16 de octubre de 2009

La Arqueología y el método científico

En todas las disciplinas siempre surgen personajes que se hacen más conocidos que otros, lo que no siempre refleja sus reales aportes a la materia y su relevancia puede ser mera consecuencia de contingencias históricas. Por esta razón, nuestro blog justamente no trata de ellos -ya que son ampliamente conocidos-. Nos mueve en cambio un interés por lo desconocido, y del mismo modo que la Arqueología remueve el pasado olvidado para traerlo al instante presente, rescataremos a un importante arqueólogo cuyos aportes fueron vitales para el progreso de la disciplina arqueológica, y que pese a ello, no ha recibido el reconocimiento que merece: nos referimos a Steven A. Leblanc.

Primero que todo, siendo consecuentes con nuestra disciplina, describiremos brevemente una secuencia de su vida para contextualizar tempo-espacialmente sus aportes:

Steven A. LeBlanc nació en 1943, y sus estudios los realizó en el Pomona College, la Universidad de California, Santa Barbara, y la Universidad de Washington. Fue profesor de la Universidad Estatal de Wichita y además fue responsable de investigación del Museo Maxwell de la Universidad de Nuevo México, conservador de arqueología en el Southwest Museum, y presidente del consejo de Conservación Arqueológica. Actualmente se desempeña como Director de Colecciones, en el Museo Peabody de Arqueología y Etnología, y como profesor en el Departamento de Antropología de la Universidad de Harvard.

En cuanto a su investigación, ésta se ha centrado principalmente en la Arqueología del Suroeste de Estados Unidos y en las causas profundas de la guerra prehistórica, pero lo que es más importante, en su modo de abordar tempranamente la Arqueología desde una perspectiva explícitamente científica. De esta manera, su gran aporte puede considerarse entonces de índole epistemológico, jugando un rol fundamental para la superación del viejo paradigma histórico-cultural de la primera mitad del siglo XX. Tales arqueólogos, desconocían por completo la real potencialidad explicativa del método científico, se empeñaban sólo en hacer categorías taxonómicas clasificatorias de la historia de la cultura material y sus criterios de validación se reducían a una fe ciega en las especulaciones de las figuras de prestigio y en la monumentalidad de los yacimientos, cuando en verdad, lo que resulta más logico en tiempos modernos es recurrir a una contrastación rigurosa para la verificación. Por suerte hoy en día podemos considerar el concepto de validación casi como sinónimo al de contrastación.


El método científico en Arqueología

El hombre ha intentado siempre de comprender el mundo que le rodea, y desde que tiene conciencia de que puede hacerlo, ha sistematizado los mejores mecanismos para tal propósito hasta conformar finalmente lo que hoy es el método de la ciencia. Y dado que para una comprensión verdaderamente efectiva sobre el pasado arqueológico no basta con responder el dónde y cuándo sucedió tal y cual cosa, es que surge la necesidad de explicaciones cientificas capaces de dar cuenta sobre el cómo y el por qué sucedió lo que sucedió..

Explicación es básicamente incluir un fenómeno particular bajo el amparo de una ley confirmada, de modo que el caso confirmado figure como un ejemplo de esta ley. Y aunque tal lógica científica ha sido desde muy temprano ampliamente desarrollada por las Ciencias Naturales, su potencialidad en las Ciencias Sociales había sido vagamente explorada hasta entonces.

De este modo, los arqueólogos que comenzaron a preocuparse más y más por entregar explicaciones de los acontecimientos prehistóricos, fueron distanciándose de sus predecesores hasta el punto de ser llamados “nuevos arqueólogos” o “arqueólogos procesualistas”. Si bien desde los `60 que algunos arqueólogos explicitaban tener una orientación científica (Binford, Clarke), no fue hasta la publicación en 1971 de “El método científico en Arqueología” que una Arqueología explícitamente científica logra consolidarse. Tal “manifiesto” de este nuevo paradigma, sobre qué es y cómo hacer la Arqueología, fue en gran medida motivado por nuestro queredisimo Steven A. LeBlanc, que tras el término de un seminario sobre métodos y teoría arqueológica, impartido por Patty Jo Watson en 1969 -en la Universidad de Washington-, convenció a Watson y a Charles Redman de la necesidad de este libro para el futuro de la Arqueología.

El marco científico tiene por objetivo trabajar con teorías que aborden la mayor cantidad de particularidades posibles, trascendiendo las barreras temporales y espaciales para constituir modelos aplicables tanto por la Arqueología como por la Antropología. Así es como ideas de antropólogos, como el Materialismo Cultural de Leslie White, lograron permear fuertemente a la Arqueología. Tanto así, que tal autor es citado en los agradecimientos de “El método científico en Arqueología” por su cercanía epistémica.

Un problema que surgió al estudiar la cultura científicamente, es justamente la definición misma de cultura, ya que al suponer la ciencia que tal realidad que pretende explicar y predecir es directamente observable, no podría operar con una definición que se centre en las normas y costumbres compartidas por un grupo (no observables desde el registro arqueológico); en vez de eso, debe priorizar una definición centrada en el comportamiento empíricamente observable y en el caso de la Arqueología, en las huellas directamente observables de estas conductas.

Tal interés científico puede evidenciarse en LeBlanc tanto en sus trabajos en sitios arqueológicos como en sus trabajos teóricos. En sus trabajos de campo que realizó en el Suroeste (“Early Pithouse villages of the Mimbres valley and beyond”, “Painted by a distant hand”, por ejemplo) se evidencia una alta estandarización de los métodos referente a la recolección y análisis de los datos, lo que es muy acorde al enfoque científico en cuanto permite que tales datos sean fácilmente empleados por otros arqueólogos, condición necesaria para la acumulación de conocimiento y su progreso.

Por otro lado, sus trabajos más teóricos (“Constant battles: Why we fight”, “War and Human Nature”, “population Growth, Carryng Capacity, and conflict” por ejemplo) dejan manifiesta su motivación por establecer regularidades en los procesos de cambio, muy de la mano del Ecologismo Cultural de J. Steward, Además, al referirse a una “naturaleza humana” deja más que claro su motivación por explicaciones omniabarcantes.

Nuestro Steven A. Leblanc propone que la causa básica de la guerra es la lucha malthusiana por los alimentos y otros recursos. “Desde tiempos inmemoriales”, dice, “los seres humanos han sido incapaces de vivir en equilibrio ecológico. No importa dónde vivamos en la Tierra, al fin acabamos por agotar el medio ambiente. Este hecho siempre ha conducido a la competición como medio de supervivencia, y la guerra ha sido la consecuencia inevitable de nuestra tendencia ecológico-demográfica”. En su opinión, dos factores claves para evitar los conflictos en el futuro son el control del crecimiento demográfico y el hallazgo de medios baratos para sustituir a los combustibles fósiles.

Tal desarrollo teórico sobre las causas profundas de la guerra es en realidad aún más científico de lo que parece, Steven desarrolla un modelo matemático que, lejos de ser unicausal, incluye variables como densidad poblacional, capacidad de carga del medio, disponibilidad, variabilidad y densidad de recursos, tasas de fertilidad, competencia intergrupal y variabilidad temporal y espacial de los recursos (“Population Growth, Carrying Capacity, and Conflict”). En definitiva, un modelo multivariable complejo.

El rol de estas teorías son vitales para las Ciencias Sociales, pues la constituyen como tal. Y nuestra Arqueología se encuentra en una posición privilegiada por poder acceder a una larga escala de tiempo, lo que otorga una enorme capacidad de contrastación de estas leyes generales sobre la conducta humana. Las Ciencias Sociales necesitan de la Arqueología, sólo ella puede dar cuenta de la evolución cultural y explicar sus mecanismos, en definitiva, solo ella puede dar cuenta de los procesos que transformarse y diversifican la cultura.

A fin de cuentas, la importancia de la Arqueología (luego de Leblanc y muchos otros afínes) es su posición insuperable para contrastar los modelos generales propuestos sobre la conducta humana. Y si bien los arqueólogos a menudo hablan de contrastar leyes, lo que hacen en verdad la mayoría de las veces es aplicar sin mayor criticismo explicaciones basadas en leyes aceptadas, lo que conduce a un estancamiento en la materia, impidiendo un progreso en el conocimiento. Un arqueólogo que no sea reflexivo y critico será imperdonable.

Si bien muchos desarrollos teóricos han sucedido a la “Nueva Arqueología”, tales como el “Post-Procesualismo” que relativiza la labor científica, debemos aclarar que la Nueva Arqueología está lejos de perder importancia y ceder terreno a estas nuevas corrientes vinculadas a la crisis de la modernidad. El enfoque científico sigue siendo muy predominante, desarrollándose fuertemente en el mundo entero, pero especialmente en Estados Unidos, donde LeBlanc continúa formando futuros arqueólogos y cientistas sociales.